Se trata de una novela autobiográfica, en la cual Francisco Martos (Marruecos, 1942) comparte los abusos sexuales y vejaciones que sufrió en un internado católico a lo largo de su infancia y de su adolescencia.
“Todo esto lo viví para mis adentros y en el inmenso vacío del ser humano quise ahogarlo para que no me hiciera daño. Ahora lo hago como un canto de protesta porque veo la parodia religiosa.”
Autor de libros como La rosa de Jericó, el escritor no hace una denuncia como tal, acaso señala que la novela es como un grito para reclamar el pago del daño que le hicieron a su alma al haberlo sodomizado.
“Usted que quiere”, responde Francisco Martos cuando se le cuestionan las razones por no haber denunciado los hechos en su momento, “que me mataran a palos. Aquí vivimos una época de una puñetera desolación: de miserias, de abusos ¿a quién podía reclamarle? ¿a la Iglesia?, ¿a mi padre?, ¿a mi madre? Lo único que me inspiró mi ángel de la guardia fue estudiar mucho y hacer algo destacado.
Yo cuento mi historia, pero cada uno tiene la suya. Lo doloroso es que han pasado casi 60 años y todo sigue igual: la pederastia dentro de la Iglesia es el mayor crimen que se puede cometer. Acuso y exijo juicios, porque no veo que se haga algo para que esto se acabe, no veo que el Papa haga una reprobación a toda esa gente, sólo los cambian de destino, una pequeña bronca y seguimos a gusto.”
