Primer ensayo de Octavio Aceves, sugerido por Halldór Laxness, a quién fue dedicado: "A Halldór K. Laxness, Premio Nóbel de Literatura 1955, fuente de inspiración desde mi adolescencia, estímulo y apoyo invalorable desde nuestros encuentros en el verano de 1990"
Prologado por Javier Sádaba.