En provocación póstuma a Witold Gombrowicz que detestaba la pintura, Andy Warhol es citado aquí para decir que nadie medita en un supermercado al ver una pila de latas de sopa Campbell, que cualquiera ha visto miles de imágenes de Marylin Monroe y que una sola vez fueron dieciséis, porque un lienzo es un medio previsto para el acto de mirar.Witold Gombrowicz usó, entre otros, este truco de la repetición de un detalle para indicar que un libro es apropiado al acto de leer. Soy lector, dice alguien. Es extraño que el ser se preste a semejante compañía. Soy lector, dice otro. Más extraño, aun.
En sus Diarios Witold Gombrowicz es lector, en sus cuentos y novelas es escritor, mientras que en sus obras de teatros es el ser mismo, la pregunta encarnada, lo que pone en escena.Este libro no es sistemático, tampoco exhaustivo. Es un libro de citas, de afirmaciones y negaciones, que busca por la repetición sugerir otra lectura: la de los libros de Witold Gombrowicz.Para eso he sido oblicuo -ha comentado más un cuento que una novela, un párrafo que un personaje- evitando cualquier efecto de resumen (Los hechizados, es más comentado que otras novelas porque funciona para mí como una perspectiva que se encuentra con Crimen premeditado, a la hora de entender ciertos procederes narrativos).Si este libro provocara una lectura de Witold Gombrowicz; y, a su vez, se volviese olvidable, habría cumplido su fin (como esos sueños que son vigilia del dormir y se olvidan por completo al despenar). Mientras tanto quisiera ser un libro entretenido y sugerente, escrito por alguien que desde hace muchos años ama la lectura de Witold Gombrowicz y simpatiza con sus lectores.
