-No te casarás con un ratón negro, feo y esmirriado.
Te casarás con el más fuerte del planeta,
y ese no lo es -dijo, señalando al ratón.
De esta forma airada reacciona el emperador de los ratones de La Conchinchina cuando su hija, una preciosa ratona blanca como la nieve, se presenta de la mano de un ratón gris oscuro casi negro. Convencido de que lo que tiene ante él dista mucho de su exigencia, ofrece la mano de su pequeña al Sol.
Sin embargo, el Astro Rey no tardará en sacarlo de su error. -¡No...! Yo no soy el más fuerte... A partir de este momento, el relato inicia un divertido y aleccionador periplo, con el que el emperador irá descubriendo que no hay verdades absolutas. La consideración de lo que es, o no, bello, fuerte... está sujeta a múltiples miradas, tantas como individuos.
La boda de los ratones es una reinterpretación de un cuento muy antiguo. Aparece ya en el Panchatantra (lib IV, cuento IX; pp. 312-318). Un monje transforma una ratona en muchacha para llevársela a casa; cuando está en edad de tomar novio, el monje hace traer el Sol, el Viento, los Montes, pero ninguno es de su satisfacción porque siempre hay uno superior al anterior. Sin embargo, cuando llega el ratón, porque confiesa que él puede horadarlo, la joven se enamora del de su especie.