Hay quien cree, y pudiera ser con fundamento, que esta obra es una lamentable, lamentabilísima equivocación de su autor.
El capricho ó la impaciencia, tan mal consejero el uno como la otra, han debido de dictarle esta novela ó lo que fuere, pues no nos atrevemos á clasificarla. No se sabe bien qué es lo que en ella se ha propuesto el autor y tal es la raíz de los más de sus defectos. Diríase que perturbado tal vez por malas lecturas y obsesionado por ciertos deseos poco meditados, se ha propuesto ser extravagante á toda costa, decir cosas raras, y lo que es aún peor, desahogar bilis y malos humores. Late en el fondo de esta obra, en efecto, cierto espíritu agresivo y descontentadizo.
Es la presente novela una mezcla absurda de bufonadas, chocarrerías y disparates, con alguna[ que otra delicadeza anegada en un flujo de conceptismo. Diríase que el autor, no atreviéndose á expresar por propia cuenta ciertos desatinos, adopta el cómodo artificio de ponerlos en boca de personajes grotescos y absurdos, soltando así en broma lo que acaso piensa en serio. Es, de todos modos, un procedimiento nada recomendable, aunque muy socorrido.
A muchos parecerá esta novela un ataque, no á las ridiculeces á que lleva la ciencia mal entendida y la manía pedagógica sacada de su justo punto, sino un ataque á la ciencia y á la pedagogía mismas, y preciso es confesar que si no ha sido tal la intención del autor—pues nos resistimos á creerlo en un hombre de ciencia y pedagogo—nada ha hecho por lo menos para mostrárnoslo.