Así resulta que el capitalismo, que comenzó como ideología del interés frente a la barbarie tradicional de las armas, hoy ha pasado a ser una doctrina que impone la moderna barbarie del dinero. Dirige la existencia social sin dejar espacio a otras alternativas, con el añadido de que no hay posibilidad de escape. Más allá de monopolios empresariales, controlando el mercado como centro de la existencia colectiva, del totalitarismo impuesto a la sociedad de mercado, que exige consumir con fruición, y del totalitarismo político, construido como democracia, se ha establecido un control absorbente sobre la sociedad para responder a los fines capitalistas. Sobre la base del consumismo, que ha permitido la alienación individual extendida al plano colectivo, el totalitarismo empresarial, en nombre del capital, domina la existencia.