Alfredo Vargas Gajardo, autor de esta obra, no ha hecho otra cosa que recopilar y reorganizar las palabras, los modos, los artículos, que el orfebre del Taller fantástico dejó de herencia. Reorganizar las palabras convertidas en estalagmitas, en estalactitas, hechas de granos, de polvos vegetal, animal, todo concentrado entre los muros de piedras del sótano en el cual tenía su taller. Los restos de los personajes encontrados en el sótano son sin complacencia consigo mismo ni por los otros. El odio como el amor, la vida como la muerte, la felicidad como el dolor, se pasean sin aspavientos, pero a paso seguro a través de la obra.