Para poder demostrar que la mujer de la que se está enamorando no es culpable de un intento de homicidio, Adrián investigará codo con codo con Tania quién ha intentado matar a su amiga Haizea. Sin saberlo, su cercanía será lo que la exponga a un mayor peligro que la cárcel.
Tania, a sus 29 años, nunca se había enamorado. Hacerlo de forma tan rápida e intensa del dueño una cadena de bares la pilla por sorpresa. Casi tanto como la denuncia que el bufete donde trabaja le interpone a Adrián por el despido improcedente de dos camareros.
Siendo inviable ser su abogada, le pide a una antigua compañera de facultad que lleve su caso. Pero al no aclarar que Adrián es más que un amigo, Haizea no duda en traspasar las barreras éticas, mostrando un interés por él que va más allá de lo profesional.
Dejar las cosas claras queda aplazado por un inesperado accidente: Julen, el hermano de Tania y jugador de rugby, sufre una grave lesión cerebral en un partido. Para cuando Tania tiene la oportunidad de sincerarse, Haizea ya siente algo más que atracción por Adrián.
Poco después de que ambas mujeres mantengan una acalorada discusión, Haizea es encontrada casi muerta en su despacho. Y Tania, señalada como la principal sospechosa de un intento de homicidio.
Demostrar su inocencia será la prioridad de Adrián, no solo porque los celos en un supuesto triángulo amoroso provocado por él sean el móvil que la policía baraja para acusarla, sino porque está realmente enamorado de Tania.
Investigar posibles culpables entre los clientes de Haizea les hará descubrir ciertos asuntos turbios a los que la abogada estaba vinculada. Estar metiendo las narices más de la cuenta les pondrá en peligro y deberán andarse con mil ojos, cosa que Adrián había dejado de hacer al creerse a salvo del pasado del que huyó hace más de una década y del que creía haber escapado abandonando Italia.
Adrián sabe que confesarle a Tania que su familia está ligada a la mafia napolitana, puede hacer que la pierda para siempre. Sin embargo, no será hasta que se sincere con ella que descubran que las puertas a las que estaban llamando no eran las correctas y que estaban enfocando el caso desde una perspectiva completamente equivocada.
Si quieren salvar sus vidas, más vale que no hayan dado con la clave de todo demasiado tarde.
