"El tránsito de la infancia a la adolescencia está repleto de descubrimientos y experiencias y constituye, sin duda, la etapa más incierta de la vida. Por un lado no quieres dejar de ser ?el niño? al que todo se le disculpa y al que casi se mima, pero, por otro lado, pretendes que te vean como el hombre que un día serás, con derecho a hacer, desde ya, lo mismo que hacen los hombres. Entre esos dos sentimientos encontrados transcurre un tiempo en el que se interpreta un papel u otro, dependiendo de la situación, pero siempre lleno de tribulaciones. La adolescencia es el despertar a la vida, sentir cómo tu cuerpo se transforma, tener nuevas sensaciones, aprender a pensar con criterio propio, descubrir el amor, afrontar conflictos generacionales, la búsqueda incansable de la diversión, sufrir decepciones y sinsabores, anhelar la independencia y, sobre todo, soñar, soñar y soñar. Pero es también donde empiezas a vislumbrar que no hay éxito sin esfuerzo. En ese tránsito de la infancia a la adolescencia, aunque cada uno vivimos nuestra propia vida, todos experimentamos sentimientos y circunstancias similares. Es Lo de la Vida. Y es muy divertido recordar todos aquellos momentos y situaciones y, ya desde la madurez habiendo perdiendo los prejuicios, disfrutar de ellos y preguntarte por primera vez, algo impensable? ¿Fui yo capaz de hace todo aquello? ¡Pues sí! Y mucho más que quedará para Lo de la Vida, Edad Media."