Desde nuestra más tierna infancia, nos gustaba que nos contaran cuentos, generalmente, antes de dormir. Si alguno de sus protagonistas pasaba por situaciones peligrosas, nuestro pequeño corazoncito se aceleraba. Y apretábamos contra nuestro pecho a nuestro peluche favorito, y cuando salían victoriosos, nos alegrábamos y nos dormíamos felices por-que nuestro héroe había vencido al malo. Poco a poco, íbamos diferenciando los actos buenos de los malos. ¡LOS CUENTOS SIEMPRE ESTARÁN EN NUESTROS RECUERDOS!