Siempre he creído que la literatura debe fortalecer nuestra fraternidad, propiciando el encuentro entre todos. Por ello, aunque un servidor compara a los veintiún relatos de este libro con otros tantos navíos corsarios, lo cierto es que desde ellos únicamente se zurra estopa sin tregua contra la perversa ideología de género, contra el feminismo talibán y, en general, contra el gilipollismo sin fronteras que nos asfixia y que tanto atenta a la inteligencia, la bondad y la belleza del ser humano. Tras los renglones de este libro les animo a adivinar la profunda fe en la humanidad que me ha inspirado a escribirlo con un sesgo ameno, divertido y jovial, y les invito a que, sean cuales sean las batallas que deban librar, se sientan amparados por las enormes y misericordiosas manos de nuestro Rey del Cielo
